DOSSIER
- Hacer memoria: un mandato paradójico - Nicolás Prividera
- Las fuerzas gravitatorias del olvido - Rafael Guilhem
- Diálogo con Carlos Echeverría - Gustavo Fontán
Carlos Echeverría: -Me acuerdo gratamente de la muy buena predisposición de los pocos integrantes del equipo de filmación. En BsAs, Esteban Buch, Horacio Herman y Dorothee Schön y en Bariloche Juan Vera sustituyo especialmente a Dorotea. El equipo técnico en el sur lo conformábamos Horacio, Juan Vera y yo. Tuvimos una gran contención en la casa de los padres de Horacio. Era uno de los lugares de reunión y partida diaria hacia el rodaje. Recuerdo las seis semanas centrales de rodaje como un tiempo muy tenso e intenso. Y a raíz de la tensión fueron días con pocas horas de sueño. En sueños conversaba con Juan y le comentaba temas de la filmación; me hacía preguntas.
El miedo, lógico, surgió en conversaciones con personas que no quisieron participar del rodaje o que pidieron no figurar. A dos años de comenzar, no se sabía si el período constitucional era por un tiempo nomás.
Cumplí varios roles a la vez (producción, investigación) así es que llegué a tener fiebre y me mandaron a hacer acupuntura para atemperar la tensión.
Pensaba en los 30 mil desaparecidos, en Juan Herman y también en Ricardo “Pato” Zucker, un extraordinario compañero, a quien conocí en la UES en el colegio secundario y que también está desaparecido.
A ese punto había reunido bastante experiencia previa en rodaje documental. Me sentía muy seguro en la continuidad del trabajo y en sus resultados.
Por precaución, las latas rodadas en Buenos Aires las iba almacenando en la casa de los padres de un amigo en Floresta. Las pasé a buscar el mismo día que embarqué en Ezeiza hacia Munich; quería reunirme con el material revelado lo antes posible.
- A partir de su secuestro siempre tuve presente a Juan. Inicialmente pensaba que estaba detenido como los presos políticos de la dictadura de Lanusse (que estaba secuestrado en algún lugar y que luego sería puesto a disposición del PEN). Incluso viviendo en el exterior, donde recibía diarios argentinos, pensaba que en algún momento iba a leer su nombre entre los presos que pocas veces blanqueó la dictadura. Por lo que fui sabiendo con el correr del tiempo, (años 1978, 1979), de lo que realmente ocurría en el país en relatos que provenían de los campos clandestinos a través de denuncias en Amnesty Internacional, me fui dando cuenta que era una ilusión.
El padre de Juan y el mío estaban en contacto. Se conocían de cuando eran dos de los pocos médicos que había en El Bolsón en 1950. Mi viejo lo visitaba y cuando yo lo llamaba por teléfono me contaba de la situación que vivía la familia.
En 1981, a casi dos años de haber ingresado a la escuela de cine de Munich, viendo un documental sobre personas desaparecidas en EEUU, se me ocurrió la forma de un documental que tratara la búsqueda de Juan y que mostrara a los responsables de su desaparición.
De todas maneras pasarían unos años hasta poder emprender el proyecto. A fines de 1983, durante el rodaje de “Cuarentena” en Buenos Aires, le solicité el permiso a la familia, a través de Horacio Herman (hermano de Juan) y a mediados de 1984 comencé la investigación.
-Ese entramado fue lo que determinó que me volcara definitivamente a hacer la película sobre o alrededor de Juan. Yo ya tenía un conocimiento previo sobre la que podríamos llamar red de complicidades y silencios cívico- militares, que no me lo podía dar una investigación de pocas semanas en 1984 porque aún residía en Munich.
Lo que me permitió conocer mejor la sociedad de Bariloche en tiempos de dictadura y especialmente las relaciones institucionales y de poder en esa época fue hacer el servicio militar desde mediados de 1976 a mediados de 1977. Fui destinado a hacer trabajos contables en una oficina de la Prefectura Naval, en pleno centro de la ciudad. La navegación lacustre tiene mucha relación con todos los factores de la actividad económica de la zona, por lo que casi todos sus actores se daban cita en esa oficina, donde yo ordenaba recibos y facturas de gastos de la Prefectura. Con el tiempo me di cuenta que ese había sido un puesto de observación privilegiado para comprender como funcionaba la represión, a quiénes beneficiaba y quiénes eran activos partícipes por acción u omisión. Después me di cuenta que el modelo se había repetido más o menos en todo el país. También lo vi reflejado en la novela de Osvaldo Soriano “Cuarteles de invierno”.
En Bariloche, la idea de una “patria turística” por parte del establishment seguía vigente. Esto implica en general una bienvenida a las inversiones y los turistas; aunque las condiciones en términos de derechos laborales y sociales sean secundarias. Las desigualdades se escondían rigurosamente y a quien osara reflejarlas también.
Volviendo a tu pregunta, y al comienzo de la respuesta, yo ya tenía decidido abordar, apenas tuviera la oportunidad, en una o más películas, lo que había ocurrido durante la dictadura y sobre todo el negacionismo imperante que era tremendo; estaba muy presente en la vida diaria de los argentinos.
-A partir de aquella experiencia militar que te comentaba observé una convención que se planteaba en el comienzo de sus conversaciones: un plano de hipocresía compartida en la que se sentían muy cómodos y que estaban seguros, nadie quebraría. Los temas tratados y propuestos eran generales: los Parques Nacionales, algunas obras de infraestructura por terminarse o hacerse, los turistas europeos, los clubes de montaña, calidades o tipos de nieve, el esquí y la ubicación de argentina en el mundo, los pioneros europeos, la vida de terceros (figurones conocidos) del pueblo y su actualidad, por citar algunos ejemplos.
Por supuesto que pasar de ese plano tan vacío a hablar de 30 mil desaparecidos, de la dictadura y de los genocidas era un abismo que ni siquiera se producía en aquel entonces entre personas cercanas a nuestros propios círculos de amistades o familiares.
En cuanto a los militares en particular, otra observación del 76 fue el anhelo de bronce para el cierre de sus vidas. Un busto de bronce, una placa, significaba presencia y un reconocimiento incuestionable en las futuras generaciones. En ese sentido supuse y acerté, que el registro en celuloide, la propuesta, también funcionaría como el bronce de su imaginación.
Todo eso se puso en juego en las pre-entrevistas que tuve con los entrevistados.
-Con Esteban trabajamos mucho las preguntas para cada entrevistado y el contenido de las respuestas que en parte descontábamos. Preparábamos también una serie de repreguntas. Hablamos bastante sobre el valor de las preguntas enunciadas (más allá de la calidad de las respuestas), la autoridad que teníamos para cuestionar desde nuestra juventud y sobre la paciente espera ante los silencios.
Pero además en la participación de Esteban era fundamental el hecho de que fuera de Bariloche, y su conocimiento de la batería de temas huecos que te comentaba antes. Eso funcionó hasta con algún chequeo que hizo alguno de los militares. Fue un factor fundamental para elegir a Esteban como protagonista. Con un actor, por ejemplo oriundo de otra parte del País, no hubiera sido posible.
-Si bien algo te comenté en las preguntas previas, algo que observaba en aquellos años era que los militares gozaban aún de una cuasi imperceptible ascendencia sobre quienes habían pasado efectivamente por 15 o 18 meses de servicio militar en las fuerzas armadas. De alguna manera les funcionaba cierta actitud de cautela, por ejemplo, hacia los oficiales del Ejército. Al mismo tiempo estos oficiales con varios años de experiencia militar, veían en un civil y joven a un subordinado, a un soldado más.
No sé si los militares eran conscientes de eso pero de alguna manera les hacía pensar que tenían derecho al dominio de un encuentro, una entrevista, y que eran ellos los que determinaban cuánto y de qué temas se hablaba.
El discreto quiebre de la digamos “subordinación automática” también fue algo que trabajamos con Esteban. A favor tuvimos además que Esteban no había pasado por el servicio militar. Sabíamos que eso, los descolocaría.
Una cuestión particular también sumó a la desorientación militar en Buenos Aires. Mi compañera de estudios, Dorothee Schön, guionista alemana, se calzó el grabador y los auriculares ante la ausencia repentina de quién iba a ser el sonidista. Hablaba muy poco castellano, de manera que se comunicaba conmigo en alemán. En las presentaciones, cuando se enteraban que la sonidista era alemana se entusiasmaban. Creo que eso sumó un poco más al desconcierto y a nuestra categoría de insospechados.
-Es cierto. Los militares sabían que era grave lo que habían cometido pero la cuasi ausencia de los temas, especialmente en la televisión, les daba la idea que siempre continuaría así. Los breves y escasos informes de TV durante el juicio a las Juntas, se elaboraban sin el audio de las víctimas del terrorismo de Estado. En los años 80 los organismos de DDHH gozaban de mucho respeto y prestigio en el exterior pero sin presencia en los medios argentinos. En los noticieros aparecían unos pocos fotogramas en ocasión, por ejemplo, de la marcha de la resistencia, en el mes de diciembre. Y solo empezaron a aparecer un poco más cuando los medios hegemónicos operaron con vehemencia en su contra, en el marco de las restituciones de los menores robados por la dictadura a sus familias de origen. Los apropiadores de niños eran las estrellas de los programas de Neustadt, Grondona, Haddad y Longobardi. Los familiares de esos niños eran presentados como subversivos con reclamos inapropiados, para decirlo de una forma elegante.
Paradójicamente varios testigos que declararon en el juicio a las Juntas en 1985 y volvieron a sus países de exilio sin ser abordados por el periodismo, fueron entrevistados casi 15 años después cuando la TV argentina “descubrió” parcialmente la temática y viajó a Suecia, Dinamarca o España.
-La película nunca se estrenó en términos formales. A principios de 1987, cuando estaba en una fase intermedia de la postproducción hablé con algunos exhibidores de la Avenida Corrientes en Buenos Aires. Estaban muy interesados. En abril de ese año se produjo el levantamiento carapintada. Cuando terminé de compaginar en junio, ya nadie estaba interesado. La pregunta era casi una molestia.
Se presentó por primera vez en el festival de óperas primas de Bariloche en julio del 87, pero fuera de concurso y casi en forma clandestina ya que los organizadores temían, legítimamente, quedarse sin los auspiciantes. En esa oportunidad fue vista por al menos 1.500 personas en tres proyecciones.
Más adelante, tras una serie de proyecciones en Buenos Aires, en el sótano de la librería Liberarte, se generaron numerosas invitaciones de gremios, centros de estudiantes universitarios y secretarías municipales de cultura en todo el país. Yo llevaba un proyector 16mm y muchas veces me acompañaron Miguel D’agostino (compañero de celda de Juan en el Centro Clandestino de detención “El atlético”), Esteban y Horacio. Esa fue la forma en que circuló.
En paralelo se proyectó en el festival de La Habana, en la universidad de Berkley. En Alemania en 10 centros de la iglesia evangélica y en la TV pública de Colonia.
A mediados de 1988 se proyectó en Tucumán. Allí surgió la posibilidad, por presión del público, de que se difundiera a través del canal universitario de televisión (Canal10). Se proyectó sin cortes publicitarios un sábado por la noche. Dos semanas después una bomba destrozó una parte de la casa de su presentador, de apellido Parolo.
En la película aparecen oficiales que actuaron también en la represión en Tucumán. De hecho el General Castelli que, entre 1975 y 1976 fue Jefe de Policía en la provincia, fue condenado recientemente a 18 años de prisión por crímenes de lesa humanidad.
Cuando por distintas razones no pude seguir asistiendo personalmente a las proyecciones que cada tanto se organizaban, la copia 16mm quedó en resguardo de Fernando Martín Peña. Fernando es el responsable de que la película siguiera su curso de difusión, también en el ámbito de las escuelas de cine y periodismo.Unas cuantas copias en VHS, algunas generadas por las emisiones de Canal 10 de Tucumán (hay varias anécdotas al respecto) se multiplicaron y comenzaron a recorrer el mundo. Así me fui enterando de proyecciones y debates en Países muy lejanos.
A partir de 2004 comenzó a emitirse por las televisoras públicas nacionales: Encuentro, Canal 7, INCAA TV, en diferentes oportunidades.
Cuando se cumplieron 30 años del secuestro de Juan, en julio de 2007 se realizó una emisión especial por canal 7 que, se vio por primera vez en Bariloche, porque ya contaba con una antena repetidora de la TV Pública.
Hace pocos años, de la mano de Fernando Martín Peña se proyectó en el Festival de Cine de Toulose y durante este mes, de la mano de Roger Koza se va a proyectar, en 16 mm, en el Festival de Cine de Nantes.
-A veces una gran impotencia. Porque entonces el título también planteaba una demanda. Un hasta ahora fue así, pero en adelante no debería serlo. No por la existencia de la película, sino por un avance de la sociedad.
Entonces, en Bariloche, la reacción desde los pocos medios y del Estado provincial fue contraria. No querían saber nada. Que nadie interrumpiera el manto de silencio. El punto de caída más bajo fue la presencia y actividad de uno de los represores de la época del secuestro de Juan, que aparece en la película, como Oficial Jefe en Bariloche a principios de los años 90. No salió publicado en ningún lado. Hoy no sería posible. De hecho una foto que tomé durante la investigación en 1984, ilustra el cartel de señalización de la ex Escuela de Instrucción Andina, como centro clandestino de detención durante la dictadura. Fue inaugurado hace pocos meses.
Hoy, pese a algunas señales en contra, veo un avance de la sociedad y mayor conciencia en estos temas respecto a treinta años atrás. Sobre todo en las nuevas generaciones. Lo sentí en la Plaza de Mayo el pasado 10 de mayo cuando el pueblo se manifestó enérgicamente contra el 2por 1 a los genocidas, donde pude observar una conformación heterogénea de la Plaza y lo sentí en el reclamo contundente frente a la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado. El pueblo contra toda la parafernalia de un Estado encubridor, salió a exigir la aparición de una persona, como un hermano. En las primeras presentaciones de “Juan, como si nada hubiera sucedido”, en 1987-88, algunas personas me preguntaban si Juan Herman era un familiar directo. Era la única respuesta que le encontraban a la realización de la película.
-Estoy editando un documental en el que vengo trabajando hace varios años y que aborda la cuestión de fondo de lo que ocurrió y ocurre alrededor de la recuperación de tierras en la zona cordillerana de Chubut por parte de los pueblos originarios. En la narración de varias historias, el documental trata las consecuencias de la concesión de tierras a consorcios británicos luego de la llamada “conquista del desierto” y de la continuidad de esa política de desalojos y abusos durante el siglo 20. También habla de un grupo de soñadores que los años 60 quisieron revertir la situación de profundas inequidades e injusticias.