Antes de pasar al diario de rodaje realizado en Argentina y Alemania, quiero escribir respecto de cómo tomé la decisión de hacer un documental de arquitectura e ingeniería, que trata acerca de la influencia de la cultura alemana de la construcción en Argentina desde finales del Siglo XIX a mediados del Siglo XX.
Desde niño estuve rodeado de tíos y abuelos ingenieros y arquitectos. De chico me llevaban a recorrer obras en las que ellos trabajaban en equipo con otros arquitectos e ingenieros. Gigantescos espacios, con máquinas enormes, camiones, sonidos desconocidos, luces y sombras. Mi gusto por la arquitectura y los espacios habitados está de alguna manera reflejado en algunos de mis trabajos como director y productor, como en los casos de “Showroom”, y “El Mercado” de Néstor Frenkel.
Hace dos años participé de una “master class” sobre la cultura alemana de la construcción en Argentina dictada por Fabio Grementieri, arquitecto experto en patrimonio. El recorrido de las obras fue un viaje por grandes edificios de conexión alemana y de diversos estilos y épocas. El relato describía los espacios, su tipo arquitectónico, los aportes de los ingenieros, datos e historias constructivas poco conocidas. El recorte de obras incluía los proyectos de Walter Gropius en Argentina, otras obras muy racionalistas, obras de diseños góticos, neo renacentistas y otras que utilizaban métodos constructivos de vanguardia. Entre ellos, un Hospital de Policías en la Ciudad de Buenos Aires, una Catedral en la Ciudad de la Plata, un Mercado de abasto en Santiago del Estero, un rascacielos racionalista de hormigón armado, etc.
Desde el principio quise hacer una película coral donde los edificios serían los protagonistas. Pero, ¿debía dejar de lado cuestiones humanas de los seres que los habitan o los transitan?. ¿Qué pasaría con las cientos de personas/personajes tridimensionales que pudiera encontrarme en esos espacios?, o bien ¿qué haría con los grandes hechos históricos o anécdotas que rodean el edificio?. Una película coral y además con múltiples líneas narrativas, iba a ser demasiado. Antes de tomar la decisión acerca de qué película iba a hacer, debía emprender un recorrido exhaustivo por todas las obras.
El recorrido observacional por doce obras me llevó más de dos meses. No sólo por la distancia que tenía que recorrer para llegar a cada una, sino por las gigantescas dimensiones y por la necesidad de verlas en distintos horarios del día. Este dato marcaría un rumbo respecto a qué tipo de documental podía y quería hacer. Seguramente alguno de estos edificios merecen ser los únicos protagonistas de una película. Pero esa nunca fue la idea para esta película.
La propia realidad de cada obra era enorme y no entraba entera en una película “coral”. Pero el dilema también surgió cuando hice un cálculo de cuántas jornadas iba a tener para filmar cada edificio-obra. A las obras de gran escala le tenía que dedicar por lo menos 2 o 3 días de rodaje.
El recorte de obras planteada por Fabio Grementieri en sus escritos, incluía más de cuarenta. ¿Cómo debía ser mi recorte? ¿Qué valor dramático, constructivo, arquitectónico y de uso tenía cada obra? ¿Cómo funcionaría cada obra como parte de un conjunto? ¿Qué tipo de edificio debía incluir en la selección? ¿La proximidad con los cien años de la Bauhaus debía ser el parámetro excluyente para elegir obras solamente racionalistas? o preferiría demostrar que el aporte Alemán en Argentina se daba desde finales del siglo XIX?
Estas preguntas marcaron un poco la decisión de las obras trabajadas en el documental.
Antes de empezar el scouting tenía claro que el documental iba mayoritariamente a observar las composiciones estéticas y constructivas de las obras arquitectónicas. Sentía que para este trabajo tenía que detenerme en las formas, texturas y en las estructuras que conforman y sostienen a los edificios. Asimismo, quería explorar las estructuras que no estaban a la vista, pero que eran clave para su función. Observé las obras desde muy lejos, desde todos los ángulos posibles y desde la altura. En este punto la forma más sencilla de llegar al encuadre que pudiera mostrar su emplazamiento era con el uso de planos aéreos FIJOS cenitales o picados desde un Drone. La premisa y la idea desde el scouting era simplemente no mover el Drone y buscar encuadres estáticos que destaquen la obra en todas sus aspectos posibles, sin abusar del recurso.
Otro elemento clave en el scouting sería la incidencia de la luz natural o artificial en el interior del edificio, o bien las figuras o “zonas lumínicas” que éstas generan en el mismo. Los enormes espacios eran imposibles de iluminar con los recursos que disponíamos para el rodaje y tampoco queríamos invadir el lógico funcionamiento de los edificios. Su apertura, el cierre, la limpieza del mismo previo al ingreso de las personas, las zonas de máquinas donde se “palpita” el corazón del edificio, etc. En cada edificio encontramos no sólo su particularidad estética, sino también sus espacios “poco conocidos”: el polígono de tiro del Banco Nación, las salas de taxidermia del Museo de La Plata, las cámaras frigoríficas del mercado “La Armonía” en Santiago del Estero.
De algún modo tuve la premisa de observar situaciones propias de los edificios como si fueran un personaje que alberga a otros seres humanos. En el hall del Banco Nación se forma una fila de 20 personas que esperan para sacar plata del único cajero automático que funciona. En la Iglesia de Santa Felicitas, desde un “confesionario” sale una persona y vuelve a entrar buscando algo. El tren está por salir de la estación de Subte “Perú” de la línea “A”. Está repleto de personas que empujan para poder subir a la formación. Se cierran las puertas, la gente empuja y algunos no logran subirse. En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, un niño se sienta al lado de la gigante mandíbula de la ballena generando una imagen surrealista. En la Catedral de La Plata un hombre tarda varios minutos en caminar de lado a lado.
Después del largo scouting sentía que las hipótesis de trabajo-observación se iban a regir casi exclusivamente por lo arquitectónico. No quedaría espacio dramático ni narrativo para otras aproximaciones. En definitiva, después de darle varias vueltas al “qué contar” y al “cómo contarlo”, llegué muy cerca del punto de partida: hacer un recorrido arquitectónico por grandes obras de influencia Alemana de diversos estilos y épocas. Algunas preguntas que me surgían en el proceso: ¿podré dejar afuera al cura párroco de la Iglesia Santa Felicitas, a un médico del Hospital de Policía Churruca, a un viejo socio del Automóvil Club Argentino, o bien un “puestero” del Mercado de La Armonía en Santiago del Estero?.
Con el avance del scouting me daba cuenta de que cada edificio tenía su propio “tempo” narrativo. La multiplicidad de tipo de edificios planteaba espacios y universos muy distintos. Las obras hablaban por sí solas. Algunas bien mantenidas demostraban el cuidado a lo largo del tiempo, otras exhibían la dejadez del Estado Nacional o de los dueños privados de los edificios.
El rodaje no fue muy distinto a lo planteado luego del scouting y del arduo trabajo de conseguir los permisos de filmación. Para conseguir el permiso de cada obra/edificio en Argentina, no alcanzaba con un mail o un llamado. Junto al jefe de locaciones tuvimos que reunirnos con gerentes, administradores, dueños, directores, áreas de prensa, comunicación, ejecutivos, empleados. En general todos abrieron las puertas. Siendo claros con el pedido, conseguimos casi la totalidad de los permisos, salvo el de un edificio racionalista en el que los dueños de todo el edificio nos pedían ver las imágenes filmadas para decidir si autorizaban a que sean parte del documental.
Para la apertura de las locaciones en Alemania, el jefe de locaciones de ese país, no tenía más que mandar un mail, al cual respondían rápidamente con un SI o NO y con una lista clara de los espacios autorizados. Con esa respuesta era lógico que la “cintura política”, o bien la “viveza argentina” no iba a funcionar para conseguir otros permisos no autorizados. La realidad es que no fue tan así. En varios edificios nos permitieron filmar en partes que no habían sido autorizadas.
Como en la mayoría de las películas Argentinas, el escueto diseño de producción no me iba a permitir filmar más de diez horas por día. Esto generaba la imposibilidad de un registro a lo largo de la 24 hs sobre una misma locación. Y en este punto es donde se debían tomar ciertas decisiones estéticas-narrativas.
Quizá una de mis obras preferidas dentro de la selección es el mercado de La Armonía en Santiago del Estero. El Mercado, inaugurado en 1936, es una pieza futurista de hormigón armado, rodeado de un entorno ecléctico: una feria informal (“Saladita”), comercios con carteles de plástico y de diversos tamaños, música cumbia, folklórica, etc. La estrategia de rodaje era clara. Por un lado debía registrar los rasgos racionalistas del mercado, por el otro, debía registrar el universo del mercado en movimiento, el “diálogo” entre lo ecléctico y la pureza geométrica del edificio, y los espacios no públicos del edificio. En esta locación, a diferencia de otras, pudimos filmar con el edificio en pleno funcionamiento. Es notable cómo esa pieza arquitectónica racionalista es acompañada por el folklore cultural “santiagueño”: la música, la venta de productos regionales, los chanchos colgados boca abajo.
Mientras la cámara encuadraba el techo del mercado (una loza con forma de parábola invertida de puro hormigón armado de cien metros de largo), el sonidista registraba la conversación de un grupo de hombres ebrios que tomaban cerveza desde las 8 am. El contrapunto era muy interesante.
El 12 de Diciembre de 2017 era el día que íbamos a filmar el edificio de la Escuela Bauhaus en Dessau, Alemania. Por fin iba a conocer el edificio diseñado por Walter Gropius, emblema de la arquitectura moderna. Cuando llegamos a Dessau y me topé con el edificio, me pasó lo mismo que cuando uno ve en persona el original de una obra de arte. Era real, estaba ahí, entero, cuidado y todo disponible para ser registrado. Cada lado del mismo planteaba un volumen muy distinto entre sí, pero su conjunto conformaba una pieza futurista y única. Las horas de luz en Alemania en diciembre son muy pocas por lo que teníamos que avanzar rápido con el registro del exterior. Una vez que terminamos el exterior, y sabiendo que el permiso del interior no había sido concedido, intentamos nuevamente. La persona de prensa de la Bauhaus, muy atenta, nos explicó que es compleja la cadena de derechos de los objetos, láminas, etc. que están dentro del edificio. El argumento era más que válido: la familia de Gropius no tendría problema en autorizar el rodaje en el interior, pero lo cierto era que también habían diseños (objetos, vestuario, lámparas, sillas, etc.) de otros miembros de la Bauhaus y eso complejizaba la cuestión.
El 15 de Diciembre de 2017 A las 4:47 am en una estación de subte de Berlín teníamos cita con la persona de seguridad que nos iba a acompañar durante el rodaje de 2,30 hs. El reloj marcaba las 4:46 a.m, y desde la otra punta del anden, se acerca una señora vestida con ropa fluorescente quien llega a nosotros 4:47 a.m, nos saluda con nuestro nombre, se presenta y nos da las pautas para la filmación. Era una madrugada helada, dentro del anden corrían ráfagas de viento helado. A las 6:46 am terminamos de filmar en la estación de subte del U-Bahn de Berlín.
Tal como habíamos constatado, el U-Bahn de Berlín fue construído por la misma empresa alemana que construyó la línea “A” del subterráneo de Buenos Aires. La estación Sophie-Charlotte-Platz era como la prima alemana de la estación “Perú” de la línea ¨A¨. La estructura metálica, los azulejos del anden, el mobiliario, las láminas ilustradas y enmarcadas.