Hermanos, Diario de Borom Taxi

por Andrés Guerberoff

El otro barrio:

Mohamed me cuenta que su padre murió hace un mes. Me mareo un poco porque a veces lo llama papá, pero otras veces también lo llama tío. Me cuenta su historia. Se llamaba Abdel Aziz Boye y era cineasta. Se había formado en Francia y había colaborado en varias películas de otros directores. Al volver a Senegal fundó Ciné UCAD, un centro de formación en la Escuela Superior Politécnica de la Universidad Cheikh Anta Diop, en Dakar. En ese momento la única institución de formación cinematográfica de Senegal. A continuación fundaría una segunda escuela, por la que sería todavía más reconocido. Ciné Banlieue, en español "cine suburbio", en las afueras de Dakar, donde se ofrecería de forma gratuita un espacio de estudios a los jóvenes de los barrios marginales, alentándolos a contar sus propias historias. Después de un par de mudanzas y en la sede que aún conservan, el Señor Boye, como también lo llamaban, abre un espacio de proyecciones al aire libre en la terraza, que pronto se convierte en una sala de culto para los cinéfilos de Senegal. Unos años más tarde comienza a organizar un festival de cine como extensión del centro de estudios, el Festival Ciné Banlieue, que tendrá lugar este año de todas formas, organizado por sus discípulos.

La familia de Mohamed quiere verlo de vuelta en Senegal, haciéndose cargo de la escuela. Mientras tanto él me confiesa no saber bien qué es lo que está haciendo en Buenos Aires, vendiendo memorias de celular en la calle en lugar de estar allá.

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Alain me invita al preestreno de Zama. Hizo un bolo como esclavo en la película y le dieron dos entradas. También me encuentro a Massamba en el hall del Gaumont, que hizo un bolo mayor actuando como primer mensajero. Durante la función, Alain espera el momento de su escena. Jamás leyó el guión ni tuvo noticias del proceso de montaje, como para hacerse una idea de dónde puede encontrar su imagen en la pantalla gigante de la planta baja, en el transcurso de esos 115 minutos.

Un par de semanas atrás en mi casa, charlamos sentados en la mesa de la cocina. Entonces me contó, entre otras cosas, acerca de su participación en la película de Lucrecia Martel. Le pedí que se refiera a ese trabajo en detalle y esto fue lo que me contó. Están filmando en Chascomús, en los alrededores de una casa de campo. Es de noche, hace mucho frío y todo está en penumbra. Alain aparece a lo lejos, desde la oscuridad absoluta, hasta que poco a poco se va haciendo visible su figura. Solo lleva puesta un zunga, y así casi desnudo, se acerca lento y sigiloso hacia la cámara. Cuando ya está sobre la marcación, y quedando en primer plano, susurra finalmente su única y tan deseada línea de diálogo: "Es una niña muerta". Eso es todo. Silencio. Sostiene la mirada, y más silencio. Le insisto preguntando si tuvo alguna otra participación aunque sea sin texto. Pero no, esa fue su única escena. Hicieron muchísimas tomas, y él siempre susurró esa única frase: "Es una niña muerta".

Con Massamba me junté por primera vez hace un poco más de un año. Chula me pasó su teléfono un día que me mostró algo del casting de Zama y lo llamé. Charlamos en el primer piso de un café medio ruidoso por el centro, cerca de su local de la galería de Lavalle. Ahí me contó que en Senegal era camionero, y que cuando llegó a Buenos Aires, cada vez que veía un camión en un semáforo, corría para acercarse a conversar un poco con el conductor.

Cuando termina la proyección, a Alain le toca aceptar que su escena quedó afuera del montaje final. ¿Cómo se dirá en Camerún gajes del oficio, existirá esa expresión?

Traducciones:

Voy a lo de Mohamed para charlar un poco acerca de algunas palabras que me gustaría saber en wólof. Tal vez puedan servirme como título. "Villageoise" se les dice a los que vienen a trabajar a la ciudad desde un pueblo chico. "Dakhar", "dahar" o "tamaré" son las formas en la que se refieren a los recién llegados. Y "diakhele", "djomi", o "rer" es uno que no sabe si quedarse o irse.

Mohamed me presenta a un chico que esta ahí sentado en su cama, me cuenta que está recién llegado de Senegal y no habla una palabra de español. A pesar de su contextura bastante grande, Mohamed le alquiló la mitad de su cama matrimonial por 3200 pesos y ahora entonces la comparten. También alquiló la otra cama simple que hay en su pieza de la pensión, que es en realidad un camastro plegable. Ahí duerme su hermano Akim, que es bastante delgado, y paga 3000 pesos.

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Mountakha me pide que ya no le digamos Maicol. Para los blancos ahora él se llama Jimmy. Y el nombre Maicol, desde que lo dejó libre, lo está usando un amigo suyo.

Hermanos:

Ismi toma champagne con speed y filma sin parar con el celular. Da indicaciones. La película se llama Hermanos, y los protagonistas somos Mountakha y yo. Ismi hace tomas desde ángulos extraños. Se tira en el piso debajo de la mesada de la cocina y nos graba desde ahí. Camina en círculo al rededor nuestro grabando un plano de varios minutos. Pasa rápido desde el pasillo mirando hacia adentro de la habitación con la cámara grabando. Nos sorprende dando un salto desde la ventana a la terraza mientras hace un plano.

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Kader graba mientras camina. Va por una calle repleta de puestos improvisados y vendedores ofreciendo mercancías. Se mete entre la muchedumbre, saluda y conversa con amigos que se encuentra en el camino. Mueve mucho las manos para todos lados, y con ellas el teléfono y la cámara. El material está lleno de apariciones suyas. Cada tanto gira el objetivo hacia él, saludando, o simplemente mostrándose. Otras veces se ven sus pies, siempre en ojotas, o sus manos, con unos inexplicables guantes de cuero negro. En general anda tranquilo, fumando un porro grande, con anteojos de sol. Me entero después que Kader no es un amigo de Mohamed como me había dicho, sino su hermano.

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Djibi me manda algunos videos del mercado. Una cámara que se queda detenida detrás del codo de una mujer. Un giro que por etapas se frena y continúa hasta hacer un 360 sin enfocar nada en particular. Una cámara que apunta al sol anulando toda la imagen, para salir a enfocar algo al azar y volver al sol de lleno.

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Voy al local de Gora en el primer piso de la galería Gran Poder, en la calle Mitre. Es un local muy chico que siempre está abarrotado de gente apoyada donde puede, o sentada sobre bolsas de consorcio con mercadería. De todas maneras, Gora siempre me hace un lugar y me ofrece un banquito de plástico. Ese banquito me hace sentir un invitado de honor. Habla muy poco español, casi nada, pero de todas maneras nos hacemos amigos. En cierta forma somos colegas, Gora también filma. Aunque él viene del periodismo y se ocupa entre otras cosas de registrar la llegada de los invitados de su país, en general políticos o religiosos que vienen en misión diplomática o a ofrecer ceremonias. También registra todas las celebraciones de su comunidad. Administra un canal de YouTube que se llama "Touba Argentine tv", un sitio que consulto seguido. Muchas veces compro la comida que venden las chicas senegalesas en la puerta de la galería y subo a almorzar en mi banquito del local de Gora. Los senegaleses hacen lo mismo para tomarse un descanso durante la jornada de venta callejera. Desde ahí ellos envían dinero a sus familias, a través de Wari, una aplicación que tiene Gora en el celular, y yo, de la misma forma, mando el dinero a Kader o a Djibi, para que graben videos de Dakar.

No hay casa para los negros:

En Plaza Once esa tarde se reúne mucha gente de Senegal. También hay algunos argentinos de organizaciones que trabajan con migrantes, abogados, gente de derechos humanos. Se van pasando la palabra. Alba da un discurso emotivo. Su español, con las carencias de alguien venido hace poco, lo convierte de antemano en un personaje querible. Además tiene un buen manejo de la oratoria. Dice varias frases sentidas como "estamos sufriendo", "¿dónde quieren que vivamos?", "¿de qué quieren que trabajemos?". Enumera las injusticias con las que se enfrentan los migrantes negros en Argentina. Cuenta que no les alquilan las habitaciones de las pensiones. Que la policía se mete en sus casas a las 5 de la mañana y les quita la mercadería. Que sus locales en las galerías son allanados, mientras los locales de los blancos no. Que la policía los detiene todo el tiempo y cada dos por tres pasan la noche en la comisaría. Que la policía un día les pide coima para no sacarles la mercadería, y que al día siguiente vuelve para sacárselas igual. Lleva el discurso con maestría y la tensión en ascenso hasta al pico con frases como: "no hay casa para los negros", "no hay trabajo para los negros." Y entonces remata su acto efusivo, repitiendo una sola palabra: "¡basta!". En seguida todos los chicos y chicas de Senegal, que están al rededor suyo en una ronda grande escuchándolo, se suman y gritan en coro: "¡basta!, ¡basta!, ¡basta!"...

Cuando vuelvo a ver a Alba en Plaza Once unos días después, está en su lugar de siempre vendiendo los sándwiches senegaleses que él prepara. De carne o de porotos. Con o sin picante. Con o sin lluvia de papas pie. Algunos chicos senegaleses pasan y lo saludan. Ahora todos lo apodan "basta, basta".


Andrés Guerberoff nació en Buenos Aires en 1976. Borom Taxi, su primer largometraje, se estrenó en Visions du Réel en 2021 y participó en otros 30 festivales internacionales. Investiga y expone versiones experimentales de dispositivos precinematográficos. Algunos de sus trabajos pueden verse en exhibición permanente en Buenos Aires en el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken. Se desempeña como docente dando talleres relativos a esta materia.

Andrés Guerberoff