DIARIOS DE RODAJE
- El Rostro - Gustavo Fontán
- Calles de la memoria - Carmen Guarini
- Cuadernos de Rodaje - Franca González
Mis cuadernos de rodaje son una mezcla de hipótesis de escenas, cruces de personajes, contactos, y reflexiones personales o ajenas. Hay frases tachadas, otras resaltadas como brújulas que me ayudan a definir el camino a seguir.
Llevo esos cuadernos en mi mochila todo el tiempo que dura el proceso de una película. Están ajados, con hojas sueltas, comparten mis inseguridades y mis certezas. Necesito tenerlos cerca, incluso cuando duermo. Siempre puedo despertarme con alguna idea dando vueltas sobre mis preocupaciones recurrentes. Abro el cuaderno, anoto, y sigo durmiendo más tranquila.
Algunas de mis anotaciones fueron escritas por otros que desmenuzaron justamente eso que tanto me preocupa o que quisiera poder transmitir. Tropiezo con ellas aquí o allá y vuelvo a leerlas cada tanto. Siempre ponen un poco más de luz sobre mis búsquedas.
Aquí comparto algunas notas que me acompañaron en las filmaciones de Al fin del mundo (2014) y de “Miró. Las huellas del olvido” (En rodaje) .
“Buscar el afuera no se trata solamente de viajar, de atravesar la tierra, de salir a buscar sitios y personas desconocidas. Buscar al otro termina siendo siempre buscarse a sí mismo.”
Para llegar a ese "yo" oculto detrás de ese “otro", es necesario un encuentro, compartir algo, una necesidad, una fe. Esa voluntad de construir una "imagen" nos hace intentar filmar lo visible para llegar a capturar lo que no lo es. Es decir, filmar al hombre para hablar de la humanidad, la palabra para delimitar la mente, el cuerpo para percibir el alma. Al final, siempre se trata de filmar lo "invisible".
Luciano Barisone
"Y sobre todo, mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cuál es cierto".
Alejandra Pizarnik
Una “gran” película es precisamente aquella en la que la película es más grande que el tema.
Porque el cine no es sociología, sino algo totalmente distinto: una relación con el tiempo, historias de ritmo, voz en off, segundos planos, un juego permanente entre lo que se muestra y lo que no, personajes que mantienen cierta profundidad, una parte de misterio, cosas que escapan a toda explicación. De hecho, que haya zonas de sombra, elipsis, una parte invisible y audaces elecciones formales, es lo que hace que el espectador pueda empezar a pensar, que nuestra imaginación despliegue sus alas. Cuando todo es llano, visible, transparente, sin asperezas ni contratiempos, no hay historia, no hay pensamiento.
Nicolas Philibert
La ficción es arquitectura. Se construye a partir de cero. De la nada. El documental es arqueología. Hay que escarbar en el presente. Se deben retirar las diferentes capas de tierra, de arena o de cemento para llegar al origen de las cosas… Como la arqueología, el cine documental intenta redescubrir lo que está oculto, eso que se esconde bajo la superficie del aquí y ahora.
Fotos de rodaje: Soledad Ortiz
Tomadas en la Pampa, Mariano Miró en 2015 y 2016.
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“Miró. Las huellas del olvido” es una película que nace a partir de la ausencia y se construye fundamentalmente a partir de la falta, de lo que ya no está.
Creo que el desafío de hacer cine es poder crear eso que ya no existe.
En lo personal, representa el desafío narrativo de reconstruir la vida de un pueblo allí donde la cámara solo registra horizonte y una llanura infinita. Hablo de una obstinación por “desenterrar”, del deseo de crear una historia a partir de muy pocos elementos.
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Hace unos días, Miguel Colombo, el montajista de mis películas anteriores, me dijo que lo que más lo atraía de esta historia, era su carácter “atávico”. Yo no sabía bien lo que significaba la palabra. Entre las definiciones posibles, surgía la de “un pasado oculto que pulsa por manifestarse”. Otras eran: “Que procede de antepasados remotos y estaba latente en generaciones inmediatas. Comportamiento que hace pervivir ideas o formas de vida propias de los antepasados”. Me gustó esa idea intrínseca que ni yo misma había sido capaz de reconocer. Una vez más, son “los otros”, el público, quien descubre el sentido más profundo de cada película.
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Resulta central en la composición general, la idea del vacío y de la huella. Quisiera que lo que filmemos no sea simplemente bello o contemplativo, sino más bien que resulte incómodo, extraño, por momentos “siniestro”, como aquel paisaje brumoso que registramos en la ruta. La idea es que lo que se cuente no esté “completo”.
Acciones de los personajes: Limitarme a activar una situación y luego ir a la captura como el cazador o el pescador. Apropiarme de esa situación filmándola, pero no creándola. Dejar que escape de mi control.
Tengo que buscar el equilibrio entre lo calculado (el control) y el azar (el accidente, lo aleatorio).
Encarar cada fase del rodaje como una experiencia enteramente viva, no como una sucesión de ejecuciones. Dejar lugar a la “revelación”.
Explorar el espacio de Miró. Interpretarlo. Leerlo. Como a la palma de mi mano.
José Luis Guerín dice que en toda buena película se puede distinguir un tema patente, obvio, evidente y otro tema más subterráneo, latente, que es el que va a apropiarse verdaderamente de la película. Yo creo que en “Miró…”, el tema es “desenterrar lo que pasó en ese pueblo”. Lo subterráneo y latente es enfrentar ese espacio vacío y seguir sus huellas a través de lo que nos ofrezca la búsqueda.
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Estas reflexiones pertenecen a Patricio Guzmán: “Lo importante es tener libertad de mirar. La cotidianeidad es un gran espectáculo si se sabe contemplar. (….) Para un film documental se deben buscar personajes que tengan la misma capacidad de llevar al público que un actor. Nuestros personajes deben ser capaces de revivir lo que han vivido. Deben poder conmover y emocionar”.
MUY IMPORTANTE: Estar atenta a por dónde la película exige crecer. No configurar una forma determinada. La idea es muy fuerte y tiene mil formas. La idea no se cae por que no conseguí el steady o murió un personaje. La cuestión es ver cómo yo me paro frente a lo inesperado. Como encuentra otras salidas. Cómo trabajo el problema sin soltar la idea. Hay que tener una elasticidad enorme. Hay que ser capaz de abrir la idea a otras posibilidades.
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Posible off previo a la escena de la llamada telefónica:
Las huellas van apareciendo de a poco, y se esfuman, como una fotografía que nunca llega a revelarse. El 30 de mayo filmamos a Neldo Giorgi frente a la estación de Miró. Al otro día lo llamé para despedirme y me confesó que se había quedado angustiado tras el rodaje. Al volver a su casa, metió la mano en el bolsillo y encontró un papel que había escrito para no olvidarse de contarme algo. Pero se olvidó y eso no quedó grabado. Eran los nombres de los integrantes de una orquesta que tocaba en el Hotel y Bar de Miró. También había garabateado el nombre de Julio Pepino, hijo del panadero que tuvo el pueblo.
“Tenés que buscar a Don Julio”, me dijo Neldo. “Es de los pocos que quedan vivos ligados a esta historia. Tiene 87 años. Vive en Esperanza, Santa Fe. Sus padres se enamoraron en Miró y él nació al poco tiempo de desaparecer el pueblo, acá en Aguas Buenas”.
Lo busqué y lo encontré. Charlamos por teléfono largo rato y le prometí que ni bien tuviera un poco de dinero, viajaría a conocerlo y a filmar nuestra charla.
Tres meses más tarde, estuve lista para el rodaje. Calculé hasta el costo de la nafta entre Buenos Aires y Esperanza. Intenté ubicarlo. Fue imposible, hasta que un empleado me contó que había muerto pocos días después de mi llamada.
Llegué tarde, como tantas veces en el universo imprevisible del cine documental.
Me quedé con ganas de pedirle que cerrara los ojos frente a la cámara, y que me contara en detalle ese recuerdo de 1945, cuando se fue para siempre de La Pampa y por última vez, pasó a ver lo que quedaba de Miró. Que recordara los olores de ese día de primavera, los colores de la llanura, la ubicación de esos pocos ladrillos arrumbados y cubiertos de gramilla.
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Franca G. González