Diario de Filmación de Niña Mamá

por Andrea Testa

Estas son algunas palabras recopiladas en el proceso de la película. Pensadas y escritas antes de poner la cámara y leídas, re-leídas, ahora que las imágenes ya existen. Sigue dando un poco de escalofríos esa distancia y la pregunta de dónde pararse, desde dónde miramos la realidad y decidimos registrarla. Ese lugar físico y político.

Por eso, más que nunca, desde nuestro lugar, luchemos por más películas, por más miradas, por más realidades. Sólo así tendremos la posibilidad de un mundo mejor.

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Estos días estamos yendo al hospital, conociendo lugares que no habíamos transitado todavía. Todos los días la percepción cambia. Hoy pudimos entrar a la zona de la guardia y da escalofríos, la semana que viene voy a sacar algunas fotitos más para tener de referencia.

Lo que voy sintiendo es difícil ahora de ordenar. Sigue la pregunta latente de cómo llegar a la profundidad, a la intimidad. Hoy, en una charla que tuvimos con el jefe de Obstetricia, tuve una revelación, pequeña pero revelación al fin. Este señor estaba muy preocupado porque no filmemos las caras de las pacientes ni las prácticas, negando la posibilidad de concebir a las "pacientes" como sujetos de derecho, de poder decidir. Le explicamos que nosotros vamos a pedir siempre el consentimiento, explicando también qué estamos haciendo, qué estamos buscando, intentando generar un lazo lo más confiable posible. Escribo un poco rápido porque está por llegar sofi y ya no voy a poder hacerlo. Me parece que hay algo clave en esta tensión, en el miedo por mostrar la intimidad. Como si fuese un miedo de clase media, de que mi vida privada es solo asunto mío. Creo que estos sectores tan vulnerables, algo de esa privacidad se rompe, se forman los lazos desde otros lugares. La vida es distinta. En esa idea de "preservarlos" (desde ese lugar de poder) creo que se esconde el paternalismo, infantilizando a la persona que tenemos en frente, negando su derecho a decidir. Digo todo esto, porque en estos momentos no puedo pensar en imágenes, sólo pienso en cómo vamos a empezar a llegar a ellas.

Recién, pensaba en el dolor de una golpiza. Nunca me pasó. Cómo se siente que te peguen, cómo se siente que te peguen delante de tus hijos. Cómo se siente que te violen. Cómo se siente que un cuchillo te atraviese el cuerpo. Cómo se siente una bala en el cuerpo. Cómo se siente el frío. Cómo se siente el hambre.

Ellas, nos van a enseñar más a nosotrxs que nosotrxs a ellas.

Me parece un buen camino para empezar a acercarnos. Dando vuelta un poco el saber.

Yo no sé qué película vamos a hacer. Todavía no lo sé.

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Con la lluvia se inunda el hospital, como se inundan las casas, casitas, casillas de los pacientes.

Hay cacharros de plástico, sucios, conteniendo las goteras.

Los perros encuentran un refugio en los pasillos y duermen junto a las bolsas de basura.

Cada día la película se vuelve más blanco y negro, creo que eso ayuda a detener el tiempo y ver de otra manera, mirar a los ojos, los movimientos del rostro, el gesto. Ver en blanco y negro nos detiene. Por ahí es una imagen estática, una fotografía que de a poco cobra movimiento.

Ayer estuvimos en el consultorio de Soledad, una médica pediatra que atiende a niños y niñas desde los 10 años en adelante. Estuvimos varias horas sentadas, en la parte trasera del consultorio. El consultorio es muy pequeño y solo entramos sentadas cuatro personas. Los residentes estuvieron parados. Pienso que entrar la cámara aquí sería una interposición de cuerpos, recortando la imagen. Los adolescentes se sentaban en la camilla y las madres en una silla, del otro lado del escritorio. Podríamos ver los rostros de las madres, unas mujeres super poderosas. Pienso que la película es un poco ellas también, como lo hablamos una vez, la película de las abuelas jóvenes, las que fueron también niñas mamás. La mamá de Arnaldo, paraguaya, se escapó de su marido porque algo hizo que no pudo contar, prefirió no hacerlo mientras que de sus ojos se asomaban unas lágrimas ya conocidas, ya lloradas muchas veces. Arnaldo tiene manchas en la piel que puede ser por el virus de la varicela. Por las dudas, Soledad le indica un análisis de sangre que descarte HIV. La mamá de Arnaldo no sabe qué es, pero firma el consentimiento, mirando primero a su hijo, sonriendo y diciendo en voz alta que si es para el bien de él, por qué no lo haría.

Más tarde llega Maira. Tiene 14 años y quedó libre del secundario hace un par de semanas. No quiere ir más, nunca quiso ir. Repitió tres veces. No hace más nada que ir a lo de su novio, a quien conoció hace poco y tiene prisión domiciliaria. No usa preservativo porque le irrita. Tomó pastillas una vez pero las dejó porque le daban vómitos. No se cuida. No sabe si quiere ser mamá, hay veces que sí otras que no. La mamá de Maira le dice que no puede con ella, que es muy rebelde, no son así sus otras 4 hijas. La mamá de Maira es abuela de tres nietos de su hija mayor, de 24 años. La mamá de Maira está nerviosa y no sabe cómo ponerle límites a su hija. No quiere que duerma en la casa del novio. El papá de Maira le echa la culpa a la mamá de Maira de cómo es su hija. Soledad se queda a solas con Maira y hablan de sexo, de orgasmos, de masturbación. Maira no conoce su cuerpo y Soledad la invita a buscarse, conocerse. Maira no disfruta de tener relaciones y sonríe con la complicidad que Soledad le permite, le explica, le muestra imágenes, le enseña a cuidarse. No sólo está en riesgo por quedar embarazada, las enfermedades de transmisión sexual son peligrosas. Soledad no quiere que ella esté en riesgo. Al irse le indica estudios de sangre y una ecografía. Le da una bolsa repleta de preservativos. Tiene que usarlos pero teme que la próxima vez que vuelva, esté embarazada.

Pensamientos sueltos, creo que se puede filmar esta película, que hay mucho latente que se percibe, que tenemos que dejar que aflore, esperar a que la verdad aparezca. En cada una de las historias algo se repite, circularmente, perpetuamente.

3

Llegó el frío. Luciana, Trabajadora Social, nos cuenta que hace apenas dos años que instalaron la calefacción en las salas de maternidad. Antes, al frío lo combatían con algunas frazadas. Aquellas que no tenían familia ni red de contención, se cubrían con la sábana que le daban en el hospital. Las frazadas son muy difíciles de conseguir. Hoy, todavía el frío se siente en los huesos y es imposible explicarlo porque de esa manera nunca lo sentí.

Con ella recorremos las habitaciones buscando a mujeres adolescentes, menores de 17 años. La acompañamos y escuchamos una entrevista a una joven de 16 años. Podemos observar sin intervenir, pero cerca. Somos parte de la consulta, nos presentamos y pedimos permiso. Todavía no sé muy bien dónde pararme, fui acercándome y alejándome, de a pasos tímidos. Estaba pendiente de no interferir en la línea de visión de la madre con su bebita, que dormía en la cunita de plástico. Tenía una pequeña sábana cubriendo su cara para evitar que la luz moleste su sueño. Se van a quedar internadas varios días, a la beba recién nacida le tienen que hacer tratamiento por estar la madre infectada de sífilis. Se mueve, empieza a chillar. Luciana le acerca la bebita a su cuerpo, la joven tuvo una cesárea y todavía le duele, es tímida pero no duda en darle el pecho. Es una imagen en donde el tiempo se detiene, la concentración solamente se posa en la succión de la bebita. Toda la fortaleza y la debilidad en una misma imagen. Un gato maúlla fuerte y la joven hace un gesto, ya lo conoce, toda la noche lo escuchó y no pudo dormir.

Afuera, espera la abuela. Nos sonríe mientras nos cuenta que ella ya conoce al Servicio Social porque tuvo a sus hijos en el mismo hospital. La primera hija la tuvo a los 15 años. No está preocupada, pero algo dicen sus ojos cuando nos cuenta que su hija y su nieta no van a poder ir a su casa porque se inundó con las últimas lluvias y todavía no pudo sacar la humedad. No es un lugar apto para la recién nacida. Los lazos se fortalecen aunque el frío nos de batalla. A ellos, no a mí.

No quiero hacer una película desde la culpa de clase pero no puedo evitar atravesarla, sentirla en cada escena que se me arma en estas recorridas, incipientes, por el espacio. Cada día somos más parte, pero llegamos. Llegamos, arribamos, y luego nos vamos. Una sensación de paso, de no pertenecer. Esa distancia es la película. La culpa se aparece sin que pueda evitarla pero no quiero que se interponga en mi visión. Cada tanto se convierte en indignación.

Hay abuso de poder en el hospital. Y hay espacios de resistencia.

4

La primera escena es en la guardia, un viernes a la noche. Con todo. Con policías, con balas, con violencia, con frío y miedo. Acá, en La Matanza, se desarrolla la historia. Acá nacen lxs niñxs. Acá mueren.


Andrea Testa nació en Buenos Aires y estudió cine en la ENERC. Dirigió el documental Pibe Chorro (2016). Junto a Francisco Márquez dirigió la película “La larga noche de Francisco Sanctis” ganadora de la Competencia Internacional del 18° BAFICI y participante de “Un Certain Regard” del 69° Festival de Cannes y de “Horizontes Latinos” del 64º Festival de San Sebastian. Socia fundadora de Pensar con las Manos, una joven productora de películas comprometidas con la realidad de su tiempo. En la actualidad se encuentra realizando su nueva película "Niña mamá", sobre embarazo adolescente y aborto en hospitales públicos del conurbano bonaerense. Desde el 2018 es presidenta del Colectivo de Cineastas, asociación que lucha por la democratización en el acceso al fomento del cine y en el 2019 fue designada representante del Consejo Asesor, órgano de co-gobierno del INCAA, que hasta la fecha no fue nombrado por la gestión. Mamá de Sofía y militante feminista.