Un encuentro con dos mujeres unidas por el cine, la militancia y el compromiso: Juana Sapire y Cynthia Sabat

por Carmen Guarini

Carmen Guarini- Les pido que cada una se presente a sí misma y que nos permitan conocer sus trayectorias con y en el cine. Muchos jóvenes las asocian a la obra de Gleyzer pero sin duda sé que el trabajo y compromiso de cada una de ustedes tiene un camino propio. Eso es lo que me gustaría destacar.

Juana Sapire: Soy Juana Sapire, argentina, sonidista, integrante del Cine de la Base, casada con Raymundo Gleyzer. Tuvimos un hijo, Diego; vivo en Manhattan desde 1976, cuando me tuve que exiliarme. Estudié cine en la ACE (Asociación de Cine Experimental), fundada por Mauricio Berú y Ricardo Becher. Fue mi pasión familiar el cine. Ibamos casi todas las noches a la calle Lavalle, con familiares y amigos, y veíamos las mejores películas del cine italiano, francés, sueco de la época. Allí aprendí a hablar varios idiomas. Más tarde, junto a Raymundo, nos hicimos habitués de los ciclos del cine Lorraine, y del Cine club Núcleo, un lugar de reunión obligado de la cinefilia porteña. Esa era la mejor escuela de cine que uno podía imaginar. Las lecturas que tuve en mi adolescencia meformaron. Pensé en estudiar antropología, pero Raymundo me invitó a filmar con él Ceramiqueros de Traslasierra (1966) y Pictografías del Cerro Colorado, y decidí acompañarlo. Eso era mucho mejor que ir a la universidad a estudiar esa carrera. Fui asistente del montaje de La tierra quema (1964), el primer film de Raymundo. Juntos creamos la banda de sonido, que no existía, ya que no llevó grabador al sertao brasileño. Viajamos por Europa por dos años, apenas nos casado. Raymundo iba con la cámara y yo con el sonido, y hacíamos notas especiales para Telenoche, el noticiero de Canal 13. También viajamos a Cuba y filmamos Nota sobre Cuba (1969), gracias a la cual la Cuba de la revolución se vio por primera vez por la televisión argentina. Acompañé a Raymundo en todas las etapas de realización de su primer largometraje, México, la revolución congelada (1970). La película fue prohibida en México y Argentina, y juntos batallamos para que la obra pudiera verse. También realizamos los cortos políticos, Swift (1971), Ni olvido ni perdón (1973), Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan (1974) y más tarde, junto a los compañeros del grupo Cine de la Base, realizamos Los traidores (1973). Por aquellos días no había diferencia entre cine, militancia y vida. Todo era vida. Hasta que secuestraron a Raymundo. Allí comienza otra historia.

Cynthia Sabat: Mi llegada al cine fue a través de la literatura. Desde muy chica tuve una curiosidad voraz por la lectura, especialmente de la filosofía y la poesía. En mi juventud, amigos escritores mayores que yo me iniciaron en el cine con obras curiosas: recuerdo El festín de Babette, de Gabriel Axel (1987); Almuerzo desnudo, de David Cronenberg (1991); Picnic en las rocas colgantes, de Peter Weir (1975); El cuarto hombre, de Paul Verhoeven (1983). Estas y muchas películas más, vistas en VHS, causaron un gran impacto en mi educación sentimental. Pero mucho antes, a mis 5 años, una película en la enorme pantalla del Cine Helios de Ciudad Jardín me marcó a fuego. Nazareno Cruz y el lobo (1975) de Leonardo Favio fue la primera película “para adultos” que vi en el cine, o por lo menos así lo recuerdo. Es fácil imaginar la conmoción que una película de semejante magia visual y sonora provocó en la niña que yo era. Estudié filosofía, fui maestra y escribí poesía, pero especialmente fui lectora y fui espectadora. Mi colección de VHS crecía a la par de mi biblioteca. Esa fue mi principal formación, la informal, la caótica y apasionada. Trabajé como redactora junior en publicaciones periódicas y como secretaria en productoras de TV. En los años 90, cuando se empezaba a hablar de internet en Buenos Aires, un amigo me propuso ser la editora de un portal sobre cine independiente. Así comencé a escribir críticas de cine, notas, a hacer entrevistas, a editar textos de otros para la web, ese nuevo y desconocido soporte. Se llamó Megasitio de Cine Independiente, y fue el primer medio online exclusivamente dedicado al cine independiente en la Argentina, con principal interés en el cine argentino y latinoamericano. Su nacimiento coincidió con el del BAFICI, y con el del llamado Nuevo Cine Argentino. Me tocó entrevistar a Lucrecia Martel, Albertina Carri, Fabián Bielinski, Juan José Campanella y muchos otros, en ese momento precioso en que debutaban en el largometraje. Años más tarde fui editora de la revista Haciendo Cine y del diario del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata; trabajé en Canal (á) como productora del área de cine, y en muchos medios online. Trabajar como periodista de cine me hizo muy feliz, y fue un aprendizaje continuo. Dentro del periodismo lo que más me interesó siempre fue la entrevista, porque pensaba que era un medio para llegar a una verdad, despojada de la egolatría que conlleva la crítica.

CG- Me gustaría saber por parte de Juana cuál fue su participación en la obra de Raymundo Gleyzer. Sería bueno entender que su tarea no es la de conservar la obra de un gran cineasta, sino que es también parte de un trabajo que llevaron a cabo de manera conjunta. Siempre decimos que el cine es un arte colectivo pero siento que te autorelegas en este caso.

JS: A mis 13 años conocí a Raymundo, que tenía 15. Era un chico distinto, sin ostentaciones, tenía lo mejor dentro suyo. Nos enamoramos, pasábamos el tiempo en el cine e inventando proyectos. Ray me encantaba con sus historias. Así comenzamos a colaborar en los documentales que filmábamos. Ray conseguía todo a base de carisma y esfuerzo. En su Olivetti escribía cartas a los cineastas y productores internacionales; muchos proyectos en danza, algunos salían… entonces nos largábamos a filmar, Ray con su cámara y yo con mi grabador Nagra. Eramos muy productivos. Viajamos por el mundo siempre con la cámara y el sonido listos. Todo era una aventura. Conversábamos mucho durante la realización de cada película: desde la idea, pasando por el rodaje, el montaje, la distribución y la exhibición. Nos interesaba que las películas llegaran al público que queríamos: a aquellos que no pueden pagar una entrada y acomodarse en una butaca de un cine de la avenida Corrientes. Por eso el proyecto de Cine de la Base contemplaba desde la idea hasta la distribución y la exhibición. Hacíamos cine de la base, con la base y para la base. Por mi parte, también hice el sonido y trabajé junto a Luis Puenzo (en Luces de mis zapatos, 1973) y Hugo del Carril (en Yo maté a Facundo, 1975), entre otros, muchas veces de la mano de Bebe Kamín.

A Ray lo secuestraron a sus 34 años, el 27 de mayo de 1976, y dejó una obra inmensa, como Los traidores, sobre la corrupción sindical; México, la revolución congelada, de una actualidad tremenda; Me matan si no trabajo... y muchas otras. Me exilié en Estados Unidos y más tarde, a mi vuelta, ya en democracia, trabajé en el sonido junto a Marcelo Céspedes (en A los compañeros la libertad, 1987) a Miguel Pereira (en La deuda interna, 1988), y otros, pero nunca igual que con Ray: ese sentimiento de estar haciendo algo que perdure, que conmueva a la gente y la haga pensar.

CG-Me parece muy valioso el rol de salvaguardar y no permitir que se olvide la obra de Raymundo, y en este caso ambas han emprendido un trabajo conjunto. ¿Nos pueden contar cómo fue el origen de esta idea? ¿Cómo compatibilizaron los intereses de ambas?

JS: Luego de exiliarme, seguí con mi profesión de sonidista y distribuidora de nuestra obra. Actualmente me ocupo de mostrarla en universidades, centros culturales, la TV, donde sea, y hablo con los estudiantes, profesores, y todo el que se interese, que cada vez son mas, es muy gratificante. Toda esta historia la volcamos en el libro Compañero Raymundo que escribimos con Cynthia Sabat, valiosa colaboradora, sin ella no hubiera sido posible. Con el INCAA publicamos el libro y todas nuestras películas remasterizadas en DVD's. También publicamos el libro con la Editorial Sudestada. Le entregué el material remasterizado al Grupo Octubre para que pongan online en su plataforma Octubre TV, para ver gratis en todo el país.

CS: Con Juana nos conocimos vía redes sociales, aunque habíamos tenido un contacto muchos años antes. Como ella vive en Nueva York, el skype fue un medio para conectarnos, vernos las caras y conversar. Un día de 2010 me dijo que la justicia argentina la había convocado por primera vez para dar su testimonio en Comodoro Py por la desaparición de Raymundo, que quería quedarse en mi departamento y que la acompañara en el proceso. Esa fue una experiencia muy fuerte para mí, y seguramente por esos días Juana sintió que yo podía plasmar en un libro sus memorias, porque me propuso escribir juntas, con la condición de que debía viajar a Nueva York para trabajar con el archivo que allí guardaba. Acepté, luego de pensarlo bien. Sentía que estaba por sumergirme en una empresa colosal, que iba a demandarme una entrega única. Juana me dio completa libertad para diseñar el proyecto. A medida que conversábamos iba apareciendo el formato, el punto de vista, el tono. Mucho más tarde, tras días de convivir juntas en su departamento comenzó a aparecer un método, una forma de trabajo, para abordar ese caos maravilloso que proponía la historia en toda su complejidad. Luego, el trabajo, el día a día, fue complejo. A nivel emocional fue agotador para mí, pero muchísimo más para Juana. Fueron seis meses (tres en 2011, y tres en 2014) de convivencia y trabajo codo a codo, sumergidas en la historia, en el archivo, en los relatos, en los que se mezclaban hallazgos, recuerdos gloriosos, con amargos momentos en los que la ausencia de Raymundo nos lastimaba. Creo que ambas temimos que el proyecto fracasara, que alguna de las dos no pudiera con tanto. Pero lo logramos, con enorme esfuerzo y convicción.

CG-Cynthia, ¿qué encontraste en la obra de RG que además podés asociarlo a tus propios intereses y posiciones sobre el cine?

CS: Mi primer encuentro con las películas de Raymundo Gleyzer fue a través de VHS grabados que alguien me pasó. En ese momento lo único que sabíamos acerca del director era su condición de desaparecido. Esos VHS eran parte de una subcultura que nos hermanaba en el rescate de obras de las que apenas se sabía algo. Más tarde vi en cineclubes y en mejor calidad esas joyas: recuerdo especialmente la impresión que me causó Ocurrido en Hualfín (1966), tan dura y a la vez tan delicada. ¿Qué había filmado ese director para que lo desaparecieran? ¿Qué era lo intolerable, lo prohibido, que había logrado reflejar? Allí estaba todo. Humanidad, dignidad, libertad. Con los años fue creciendo mi admiración por esa obra, y el hombre y director que había detrás. Escribía artículos de homenaje cada 27 de mayo (fecha de su desaparición), hasta que un día me llegó un mail de Juana Sapire, que me agradecía por mis textos. No sabía quién era Juana, y tampoco sabía que vivía en Nueva York. La obra de Raymundo me interpeló de una manera brutal, porque era un diamante en bruto. Una obra única, ante la cual uno no podía sentirse indiferente. Me sacudió a nivel estético e ideológico al principio, y a medida que fui conociéndola fui comprendiendo sus mecanismos y admirando cada vez más la sabiduría, la maestría y la lucidez de Raymundo y sus compañeros del Cine de la Base. Esa fascinación me llevó a escribir Compañero Raymundo, junto a Juana Sapire, y a filmar Fuego eterno (2012), un mediometraje protagonizado por Juana junto a Diego Gleyzer, el hijo de Juan y Raymundo, que se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y que puede verse online.

CG-¿Qué proyectos futuros tienen en cuanto a la difusión del libro y también de las películas de RG?.

CS: Creo que el gran hito que desencadenó el trabajo de investigación y la escritura de Compañero Raymundo fue la restauración de la obra completa de Raymundo Gleyzer y Cine de la Base. Mientras trabajábamos en los últimos capítulos del libro, nos llegó la propuesta por parte del INCAA de restaurar la obra y presentarla en una caja junto con el libro. Jamás hubiera pensado que eso era posible. Juana envió a Buenos Aires las latas de 16mm que tenía en su casa de Manhattan; se las digitalizó y restauró en los laboratorios de Cinecolor, con la supervisión de la misma Juana. En 2015, se presentó la caja con 4 DVDs y el libro, en un formato de lujo, y de distribución gratuita. Las versiones restauradas de los films aseguran su llegada a las nuevas generaciones, y abren nuevas lecturas y estudios de esa obra fundamental. Creo que hoy más que nunca es necesario que esos films se vean en festivales nacionales e internacionales, y que lleguen a universidades, escuelas, sindicatos. Existe una versión del libro editada por Revista Sudestada que está disponible para la venta; y estamos muy entusiasmadas por concretar la publicación del libro en inglés a través de una editorial universitaria en Estados Unidos. Nos gustaría llegar con el libro a España, México, Francia y mucho más lejos.

CG-Juana, sé que has trabajado como sonidista en un mercado difícil como es el de USA. ¿Cuándo decidiste instalarte allí de manera definitiva? ¿Qué nos podés contar de tu experiencia en ese país donde decidiste afincarte?

JS: El de sonidista no es un oficio muy común y menos para una mujer pero mi hijo Diego, que era chico, entendía que esto me llevaba a estar fuera de casa por varias semanas. Nunca entré en la industria, siempre trabajé de manera independiente en varias películas. Pero recuerdo especialmente al documentalista Allan Francovich, al que le interesaba investigar a la CIA, su forma de funcionamiento, sus funciones y sus intromisiones en otros países. Comenzó a trabajar en un gran proyecto que se tituló The houses are full of smoke (1987), que consistía en una serie de tres films documentales sobre la violencia extrema desatada en Nicaragua, El Salvador y Guatemala en los años 80, y el papel de la CIA y los escuadrones de la muerte. Viajé a El Salvador con Allan y un camarógrafo a hacer algunas entrevistas. Cuando volvimos a Estados Unidos a Allan lo declararon persona non grata, por lo cual no podía volver a poner un pie en El Salvador. Entonces nos mandó a mí y al camarógrafo con una lista de gente a la que debíamos entrevistar. Un día entrevisté a José Napoléon Duarte, presidente de El Salvador, y al mayor Roberto d'Aubuisson, un militar formado en la Escuela de las Américas que veía comunistas por todos lados, y que era un agente de la CIA. Comandaba un escuadrón de la muerte que había sembrado de cadáveres el país. Creo que tuve la fuerza de entrevistar a este asesino por el profesionalismo que aprendí de Raymundo: si hay que hacerlo, hay que hacerlo y punto. La película denuncia también el asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, que era lo que en la Argentina se llamaba un cura tercermundista. Lo mataron los escuadrones, por supuesto.

En la Navidad de 1985 trabajé como asistente de producción para la película Made in Argentina, de Juan José Jusid. Fue un rodaje de algunas escenas en grandes locaciones de Manhattan (el Central Park, Grand Central Terminal y la pista de hielo del Rockefeller Center, nada menos) pero muy accidentado, con Luis Brandoni y Marta Bianchi como protagonistas y Hugo Colace como DF. El productor asociado Oscar Kramer, gran persona y productor, se hizo cargo de solucionar los problemas que iban surgiendo. También trabajé como sonidista en Carmen Miranda: Bananas is my business (1995), de Helena Soldberg, donde Diego me asistió como boom operator. En los primeros días del exilio en Perú trabajé como asistente, junto a Nerio Barberis, en Muerte al amanecer (1977), el debut en el largometraje de Francisco Lombardi.

CG-Cynthia, tenés un trabajo como promotora cultural y de difusión del cine desde hace tiempo, ¿cómo ves la situación actual en nuestro país en torno precisamente a estos temas?

CS: Actualmente trabajo como jefa de prensa de estrenos, y debo decir que este año fue durísimo para el cine independiente argentino. En vez de protegerlo y fomentarlo, la gestión macrista del INCAA se dedicó a debilitarlo y a poner trabas en todas las instancias del cine (producción, distribución y exhibición). Hoy más que nunca se necesitan políticas que traigan crecimiento, pluralismo, que multipliquen las voces y las pantallas. La promoción de ayudas para el trabajo de investigación, como también al de conservación y restauración es una materia pendiente del INCAA. Necesitamos y merecemos tener nuestra cinemateca. Eso no puede esperar más.

CG-¿Cómo ves Cynthia el tema de los debates sobre la equidad de género en la industria audiovisual hoy?

CS: La visibilización de las conductas de violencia debe ser la prioridad. Y en especial de aquellas microviolencias que aún intentan camuflarse como reglas de juego o del mercado, como la discriminación, el acoso laboral y sexual, y la disparidad económica. Debemos ser persistentes y pacientes, y por sobretodo tener la claridad de quienes sostienen una posición justa. El ámbito del cine es machista y, aunque muchas profesionales mujeres encabezan áreas clave, hay sectores en los que el avance es casi inexistentes, como por ejemplo en la crítica. El porcentaje de mujeres que escriben crítica en los principales (y más influyentes) medios es mínima, y eso significa una pelea por el poder en ese área.

Muchas gracias a ambas por su colaboración para esta entrevista.


JUANA SAPIRE nació en Rosario en 1943. Estudió en la ACE (Asociación de Cine Experimental) y, tras conocer a Raymundo, lo acompañó en los rodajes de Ceramiqueros de Traslasierra (1966) y Pictografías del Cerro Colorado (1966). Se casó con él en 1966, y luego emprendieron un viaje de más de dos años por Europa, donde lo asistió en el sonido y en la cámara en sus notas para Telenoche. Trabajó como sonidista en México, la revolución congelada (1970). En 1972 nació su hijo Diego. Se unió al PRT-ERP junto a su compañero y colaboró en sus films posteriores, generalmente encargada del sonido. Integró el grupo Cine de la Base y trabajó como asistente de producción en Los traidores (1973). Tras el secuestro de Gleyzer se exilió junto a su hijo en Perú, y luego en Estados Unidos. Actualmente vive en Nueva York, y se ocupa de mantener vivo el legado de Raymundo.

CYNTHIA SABAT nació en Buenos Aires en 1971. Es periodista, poeta, productora de TV e investigadora. Fue editora de sitios webs dedicados al cine, y dirigió el diario oficial del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata durante tres años. Trabajó como productora del área de cine de Canal (á), y fue editora de la revista Haciendo Cine. Participa como jurado en festivales y dicta seminarios de periodismo, crítica de cine, apreciación cinematográfica y estrategias de comunicación para películas independientes. En 2012 debutó como realizadora con el film Fuego eterno, estrenado durante el 27° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Compañero Raymundo es su primer libro de investigación.