El polvo

por Nicolás Torchinsky

Habremos perdido hasta la memoria de nuestro encuentro...y sin embargo nos reuniremos, para separarnos y reunirnos de nuevo, allí donde se reúnen los muertos: en los labios de los vivos.

Gastón Bachelard, “La intuición del instante”.

Esta película –El polvo– comienza con una pérdida. La partida física o fallecimiento de mi tía July Regina Romero. En realidad, comienza antes, pero con una forma completamente diferente. En cualquier caso, no se trata de una película elegida, más bien lo contrario. La sensación de que la película se me impuso (y que intenté abandonar varias veces). Recibir un llamado y atenderlo. Tener que hacer “algo” sin saber que se convertiría en una película. En definitiva, la reacción a un acontecimiento doloroso de la vida. Tal vez una forma de continuar en diálogo con nuestros muertos o la forma de enfrentar un dolor que aún hoy no tiene fondo.

La cosa comienza más o menos así: con July, en el año 2015, nos juntábamos a grabar nuestras conversaciones con la idea de escribir una película sobre su vida de artista trans. Al poco tiempo se enfermó gravemente y ya no pudimos completar ese proceso. Dos días después de su fallecimiento, con el estupor y la confusión de la tragedia familiar, por un impulso y con una cámara prestada, registré su departamento tal cual quedó la última vez que estuvo allí. Cuando mi familia empezó con el desarme, continué registrando ese proceso. Un año y medio después de comenzar, entendí que tal vez estuviera haciendo una película inevitable, que vino a buscarme, y con ella, la posibilidad de reencontrarme con July. Una forma de evocarla a través de los objetos que la acompañaron en vida y lo que quedó de ella en sus espacios, cumpliendo con el pacto que la muerte no nos había permitido concretar.

Para mí, cada trabajo es como volver a empezar. Un grado cero, una tabula rasa desde donde una forma emerge. Y esta película, como experiencia o proceso de creación, estuvo fuertemente atravesada por la vida. Durante algunos períodos del proceso me sentí completamente perdido. Por un lado, la angustia personal, por el otro, la incertidumbre respecto a si lo que estábamos haciendo sería material utilizable para una película. Y entre tanta confusión, un par de intuiciones: desde la primera vez que fui al departamento con la cámara, tuve la intuición de que el trabajo de imagen estaría focalizado en los objetos y espacios de July. Una vez comenzado el desarme, le siguió la intuición de que la familia y amigxs serían manos, torsos, espaldas, nucas, sombras, etc., que transformarían el espacio moviendo los objetos, borrando huellas, y que a través de nuestras conversaciones podrían emerger y construirse destellos de la compleja e inabarcable identidad de quien lo habitaba. En definitiva, encontrar una manera de mirar, de indagar lo cotidiano para tal vez reencontrarme con el asombro y la fascinación por lo doméstico, por lo pequeño. Por aquello que de lejos parece mudo e inerte, pero cuando la mirada insiste, comienza a vibrar, a hablar. Y nosotrxs, lxs que amamos a July y nos tocó la difícil tarea de desarmar su departamento, volvernos vehículos, ser habladxs por su memoria, y que algunos destellos de su vida se expresen a través nuestro.

En el transcurso de siete años de proceso que llevó la realización, fui tomando apuntes que tal vez hoy sirvan como rastros o huellas para volver al corazón que dio impulso a la existencia de esta película. Estos fragmentos, dispuestos a continuación, son un extracto de un puñado de notas escritas en el apuro de que esos pensamientos no se escapasen, una pequeña muestra de varios cuadernos que a lo largo de los años se fueron llenando de ideas, intenciones, dudas, sensaciones, confesiones, preguntas, frustraciones, tachaduras, citas, intuiciones, olvidos y recuerdos. Un pequeño homenaje al proceso de creación, que como alguna vez me dijeron: “no tiene pérdida”.

- Filmar la casa vacía, tal cual la dejó July antes de irse físicamente, por última vez. Adivinar sus últimos movimientos, imaginar su vida allí dentro.

- Filmar las cajas, los rincones, los objetos, con amor, con cuidado.

- Empezar: iniciar este proceso en la búsqueda de un “accidente”, una mancha en el cuadro que sugiera, que motorice los siguientes movimientos. Por eso, mañana (25/10/16), con una cámara en el departamento, mirando en la duración, sintiendo y respirando espacio. Ver a dónde nos lleva.

- Fue una experiencia extraña, áspera, oscura y gris. No vi ni sentí más que el vacío, la muerte, la ausencia de vos en todos lados. No te encontré en nada, en ningún detalle. Mientras tanto, mis viejos, apurados, ansiosos, te quieren limpiar. No los puedo ni quiero detener. Solo quiero registrar ese polvo que se esparce para desaparecer un instante después, ese polvo que aparece al sacudir un recuerdo o un objeto que evoca un ser, una vida, una ausencia. Quiero evocarte a través de los objetos, de los detalles escondidos que, de a poco, revelan o abren mundo. No te quiero olvidar… para que sigas luchando, en otros cuerpos, en otras formas, porque aunque ya no estés, sos imagen del futuro.

- July a través de sus objetos, July a través del espacio. Dejar que el espacio y los objetos hablen en el encuadre, en la luz y en la oscuridad.

- Filmar el proceso, el desarme de la casa. Cómo la casa se va “vaciando” de July, un proceso de “deconstrucción” del espacio en imagen, mientras el sonido “construye” una identidad a través de las voces de “otros” que nunca veremos (tal vez, como recortes).

- Imagen: el espacio del living, en silencio y quietud. Y en el fondo, en la cocina, una aparición: July en camisón bailando. Un fantasma. Un recuerdo.

- Fui por segunda vez a la casa (1/11/16). Es un material que no quiero ver por ahora, me abruma solo la idea. Creo que encontramos varias imágenes, y algunas se nos escaparon. Apareció una idea: para narrar las modificaciones que se van produciendo con los días e intervenciones del desarme de mis padres, pensé que se podrían ver MANOS que “hacen cosas” sin saber de quiénes son. Escuchar, fuera de campo, sonidos que propongan cortes, como si se tratase de una casa repleta de “fantasmas” o “ladrones”, para querer ver qué sucedió y encontrarse con los objetos en otro lugar o cambios sustanciales en los espacios.

- La angustia por el apuro de mi viejo por desarmar la casa y mis ganas de detener el proceso.

- ”Cuando tenemos tiempo, tenemos libertad”. Apollinaire.

- La casa como un espacio de (re)encuentro entre los vivos y los muertos. Cada unx habla a su manera, con su lenguaje.

- Desarrollar las acciones: integrar espacios y objetos a pequeña y gran escala.

- No preocuparse por la continuidad.

- La película son nuestras conversaciones.

- ”Lo trava es la posibilidad del encuentro, de la reparación, del recrear los vínculos permanentemente y reconfortarnos y fortalecernos de manera infinita”. Marlene Wayar.

- Mostrar más el desorden (no embellecer el desorden). Cuidado con el esteticismo.

- Estoy un poco desanimado porque no sé ya cómo avanzar y mis ideas están agotadas, ¿o seré yo el agotado? Siento que no estoy yendo hacia ninguna parte y eso me llena de dudas. No sé cómo seguir y una vez más las ganas de abandonar me inundan. Ya no hay “grandes acciones”, ahora todo es más chiquito e intrascendente, y eso me marea. Como si no estuviera viendo bien o con la sensación de no estar viendo como hay que ver y desde la distancia que necesitan los objetos y los espacios… No puedo organizar los materiales en mi cabeza, ni los pasados ni los nuevos. Tal vez ya fue demasiado tiempo.

- ”...la miniatura, como el poema, privilegia el espacio sobre el tiempo, inventa, podría decirse, su propia enfermedad eruptiva, y en ese gesto (contra y hacia esa añoranza que es el nombre propio), produce una representación sin referente donde cada signo es una postal del reino de los muertos”. María Negroni.

- La película como un mosaico: la casa se va desgranando, fraccionando, como si fuera un retrato de July que va perdiendo partes, se desarma, se desintegra. La peli y la casa (movimientos contrapuestos).

- Jugar con la seriedad con la que juegan los niños.

- ”El arte de perder no es difícil de dominar / hay tantas cosas / decididas a perderse, que su pérdida no es un desastre. / Pierde algo cada día. Acepta el fastidio / de las llaves perdidas, de la hora pasada tontamente. / El arte de perder no es difícil de dominar. / Después practica perder más allá, más deprisa: / lugares y nombres, y ese sitio al que querías / viajar. Nada de ello traerá el desastre. / Perdí el reloj de mi madre y ¡mira! la última / o penúltima casa de las tres que amaba también desapareció. / El arte de perder no es difícil de dominar. / Perdí dos ciudades, bien bonitas. Y, más vastos aún, / algunos reinos que eran míos, dos ríos, un continente. / Los echo de menos, pero no fue un desastre. / Ni siquiera perderte a ti (la voz burlona, un gesto / que amo), no quisiera mentir. Es evidente que / el arte de perder no es demasiado difícil de dominar, / aunque pueda parecerse a (Escríbelo) al desastre”. Elisabeth Bishop.

- ¿Y July? En todos lados y en ninguna parte.

Nicolás Torchinsky (Argentina, 1984)

Estudió Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine (FUC). Sus cortometrajes Simulacro (2012), Érase una vez en Quizca (2021) y sus largometrajes documentales La nostalgia del centauro (2017) y El polvo (2023) participaron de las competencias de numerosos festivales internacionales de cine como Mar del Plata, Visions du Réel, Jeonju, DOK Leipzig, Thessaloniki, Toulouse, Dei Popoli, Energa CAMERIMAGE, ODENSE IFF, Cinemajove, EDOC, BAFICI, entre otros.

Actualmente desarrolla su primer largometraje de ficción junto a Ignacio Bartolone “Brilla patria encantada”.

Foto: Nicolás Torchinsky